Con: Manuela Velasco, Paco Manzanedo, Héctor Colombé, Ismael Fritschi,
Críspulo Cabezas y gran elenco
Dirección: Jaume Balagueró
Resulta que, a pesar de que las otros dos
episodios “secuela” de esta simpática, original, de bajo presupuesto aunque muy
criteriosa, dinámica y recordada película de terror española de hace ya siete
años, ya nos mostraban con desparpajo la decadencia habitual a la que son
sometidos sin reparos los criteriosos, dinámicos, simpáticos, originales y de
bajo presupuesto films que logran meterse con expedición en nuestros corazones;
don Balagueró insistió una cuarta vez en eso de exprimir hasta la imposibilidad
absoluta el limón que arrancare del árbol con fiereza en 2007, que tanto jugo
tenía y que tan bien sació nuestros sorprendidos paladares, que ya en la
segunda publicación le quedaban pocas gotas y en la tercera, apretándolo
incluso en una morsa de mecánico N°5 lograran sacarle apenas una solita.
Así es que, como manotazo de ahogado, pide la
mano de Velasco, quien seguro ávida de dinero volvió a aceptar enrolarse en las
filas de esta estupidez y, acompañada, por los jovencitos musculosos más malos
actores de España que usted haya contemplado, sumados a una vieja patética que
arruina cada una de las escenas en las que participa, un médico muy parecido a nuestro
odiado Víctor Hugo Morales y un gordito de largos rulos que hace de la manera
más tosca “pi-pí pu-pú” en su ordenador y logra ver lo que le pidas en su
condición de informático del cuento, nuestro simpático director nos pasea esta
vez por un barco en alta mar. Un carguero lleno de monos infectados y protegidos
por un sinnúmero de aparatosos guardias-extra que jamás lograrán proteger lo
que les fuera encomendado en donde Víctor Hugo deberá encontrar la cura al
virus zombie que afecta a la población mundial y, en caso de no conseguir la
vacuna, morirse y matar a todos en el barco para no propagar el mal en el mundo
entero.
Y por supuesto que a pesar de los insuperables
controles de máxima alerta, un mono escapa tontamente, muerde al cocinero (un
malayo muy atinado y gran actor que nada tiene que hacer en este bote de mala
muerte. Francis Ford Coppola debería tenerlo en cuenta para El Padrino 4) y
éste, embichadísimo, comienza a morder guardias y actores de pacotilla para
beneplácito de la obviedad y la elementalidad en su máxima expresión.
Así que eso es más o menos todo lo que puedo
decirle de esta huevada española que vio la luz con la sola meta de aplastar y
vapulear una historia que fue linda, que estuvo muy bien hecha y que, como
todo, terminó trillándose en su propio cuento hasta ya no solo no causar más
gracia sino, por el contrario, dar una triste pena.
Le pongo 2 Juanpablos. Uno para el simpático
malayo cocinero y otro para la estúpida situación en donde el gordito informático
enamorado de Velasco recurre a un pequeño motor fuera de borda para serruchar
cabezas de zombies quienes al ser alcanzados por las filosas hélices de la
impensada y letal arma le riegan un caudaloso spry de sangre en su cara,
globoso oculares, boca y fosas nasales de manera que incluso hasta el más
ignorante obsecuente que pudiere haber sido consultado por el director sobre si
era viable zafar del contagio de esa forma le hubiese dicho que ese tipo de
contacto, tan invasivo, era mucho peor que una simple mordedura.
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